Las ideas dominantes, son esas que se muestran como “naturales”, que recorren toda la vida en sociedad y a la vez condicionan sus prácticas. El proceso salud-enfermedad-atención no escapa de eso.
Las posturas que se plantean como condicionantes son por un lado el reduccionismo, en el que el todo no es más que la suma de las partes. Tanto para las personas, suma de sus células; como para las sociedades, suma de sus individuos. El otro es el determinismo biológico que presenta a los genes y los disbalances bioquímicos, como la causalidad madre en el proceso de generar las enfermedades.
La contrapartida a este enfoque es la causalidad cultural. La influencia que tienen la sociedad, la familia y la clase social sobre la vida.
¿Cómo y en qué grado influyen estas variables sobre el proceso de salud enfermedad?
Para comprender al individuo debemos considerar su medio ambiente y la interacción que se genera logrando la capacidad de adaptación, hecho que es esencialmente humano y produce que el “medio ambiente” esté en constante modificación.
Ante esta aparente antagonía cultural V/S biológica tomamos como ejemplo la “esquizofrenia”. Cuando el modelo no explica, cuando no consigue los resultados buscados, se abre un hueco por el que se filtran nuevas explicaciones.
Tomamos el caso de Juana de Arco. Ella estaba convencida de su proyecto, sobretodo porque las voces que escuchaba en su cabeza decían lo mismo.
Este pequeño detalle no evitó que sea prócer de la historia francesa, pero hoy sabemos que los delirios y las alucinaciones son síntomas de la esquizofrenia, la vedette de las psicosis.
Pero para lograr esto ha sido necesario que la enfermedad mental, en primer lugar, no sea considerada un embrujo o cosas de dioses porque eso era resuelto por otros medios e incluía alternativas poco gratas como la hoguera o la cárcel en los más desafortunados casos.
Además fue necesario que se acuerde que ese comportamiento estaba fuera de lo normal y merece un tratamiento. Para lo que fue necesario que la locura, sea parte de los “asuntos médicos” y que a su vez la práctica médica, se subdivida en especializaciones suficientes como para diferenciar que era territorio de la mente y que del cuerpo. Trastornos “funcionales” para los psiquiatras y alteraciones “orgánicas” para los neurólogos, esa fue la repartición.
Finalmente se debió crear una categoría particular, un diagnóstico que agrupe los síntomas característicos bajo un concepto, porque no existe lo que no se puede nombrar. Un concepto, sobre el que se tenga consenso que está fuera de la normalidad estadística y/o de la normalidad moral de la sociedad.
El tiempo pasa y hoy en día en Inglaterra, uno de cada ocho hombres y una de cada doce mujeres en algún momento de su vida se tratará en un hospital por enfermedad mental (1).
Normalidad y salud quedan relativizadas a tiempo y cultura. Pero no por esto vamos a negar que hay personas que presentan trastornos de tal magnitud que le impiden desarrollar su vida con la paz y felicidad mínimas e indispensables. Y que la sociedad, como tal, cree herramientas terapéuticas que mejoren la calidad de vida de sus integrantes.
Lo que si nos preguntamos es acerca de cuáles son las causas y cuáles son las consecuencias. Porque el disbalance electroquímico que presentan los esquizofrénicos puede ser producto o resultado tanto de la biografía como de la biología de la persona. El capitalismo genera disociación, sin embargo los estudios en gemelos monocigóticos dicen que las predisposiciones genéticas son suficientes argumentos a considerar. El determinante cultural le da al hombre su condición; pero la biología no se presta a discusión, por ser parte de la naturaleza, esa que la ciencia "se encargó de demostrar".
No es cuestión de el huevo o la gallina porque sea cual fuere la causalidad, la alternativa actual ofrece un fármaco que actúa en forma práctica y rápida. Sin embargo sabemos que no hay cura sin resociabilizacion, y es parte de la condición humana transformar el medio donde está.
Quedan abiertos interrogantes. ¿Por qué es más atractiva la explicación causal puramente biológica? ¿Ésta es tan indefectible como la cultural? ¿Cómo influye la condición de clase social en las patologías?
1 Department of health and social services (UK), 1981.