jueves, 18 de agosto de 2011

Psiquiatría y Antipsiquiatría


"Si le hablas a Dios, es oración. Pero si Dios te habla, es esquizofrenia." Thomas S Szasz

Talleres-debate
>>>Primer encuentro: viernes 26/8, 17hs
>>>Segundo encuentro: viernes 2/9, 17hs

Nos encontramos en el 4to piso paraguay derecha

Bibliografía: 
> Franco Basaglia. Cuestionamiento de las instituciones psiquiátricas y represivas.
disponibles en la fotocopiadora del subsuelo de la Facultad de Cs. Médicas

jueves, 4 de agosto de 2011

Reflexiones sobre el origen de la esquizofrenia

Las ideas dominantes, son esas que se muestran como “naturales”, que recorren toda la vida en sociedad y a la vez condicionan sus prácticas. El proceso salud-enfermedad-atención no escapa de eso. 
Las posturas que se plantean como condicionantes son por un lado el reduccionismo, en el que el todo no es más que la suma de las partes. Tanto para las personas, suma de sus células; como para las sociedades, suma de sus individuos. El otro es el determinismo biológico que presenta a los genes y los disbalances bioquímicos, como la causalidad madre en el proceso de generar las enfermedades.
La contrapartida a este enfoque es la causalidad cultural. La influencia que tienen la sociedad, la familia y la clase social sobre la vida.
¿Cómo y en qué grado influyen estas variables sobre el proceso de salud enfermedad?
Para comprender al individuo debemos considerar su medio ambiente y la interacción que se genera logrando la capacidad de adaptación, hecho que es esencialmente humano y produce que el “medio ambiente” esté en constante modificación.
Ante esta aparente antagonía cultural V/S biológica tomamos como ejemplo la “esquizofrenia”. Cuando el modelo no explica, cuando no consigue los resultados buscados, se abre un hueco por el que se filtran nuevas explicaciones.
Tomamos el caso de Juana de Arco. Ella estaba convencida de su proyecto, sobretodo porque las voces que escuchaba en su cabeza decían lo mismo.
Este pequeño detalle no evitó que sea prócer de la historia francesa, pero hoy sabemos que los delirios y las alucinaciones son síntomas de la esquizofrenia, la vedette de las psicosis.
Pero para lograr esto ha sido necesario que la enfermedad mental, en primer lugar, no sea considerada un embrujo o cosas de dioses porque eso era resuelto por otros medios e incluía alternativas poco gratas como la hoguera o la cárcel en los más desafortunados casos.
Además fue necesario que se acuerde que ese comportamiento estaba fuera de lo normal y merece un tratamiento. Para lo que fue necesario que la locura, sea parte de los “asuntos médicos” y que a su vez la práctica médica, se subdivida en especializaciones suficientes como para diferenciar que era territorio de la mente y que del cuerpo. Trastornos “funcionales” para los psiquiatras y alteraciones “orgánicas” para los neurólogos, esa fue la repartición.
Finalmente se debió crear una categoría particular, un diagnóstico que agrupe los síntomas característicos bajo un concepto, porque no existe lo que no se puede nombrar. Un concepto, sobre el que se tenga consenso que está fuera de la normalidad estadística y/o de la normalidad moral de la sociedad.
El tiempo pasa y hoy en día en Inglaterra, uno de cada ocho hombres y una de cada doce mujeres en algún momento de su vida se tratará en un hospital por enfermedad mental (1).
Normalidad y salud quedan relativizadas a tiempo y cultura. Pero no por esto vamos a negar que hay personas que presentan trastornos de tal magnitud que le impiden desarrollar su vida con la paz y felicidad mínimas e indispensables. Y que la sociedad, como tal, cree herramientas terapéuticas que mejoren la calidad de vida de sus integrantes.
Lo que si nos preguntamos es acerca de cuáles son las causas y cuáles son las consecuencias. Porque el disbalance electroquímico que presentan los esquizofrénicos puede ser producto o resultado tanto de la biografía como de la biología de la persona. El capitalismo genera disociación, sin embargo los estudios en gemelos monocigóticos dicen que las predisposiciones genéticas son suficientes argumentos a considerar. El determinante cultural le da al hombre su condición; pero la biología no se presta a discusión, por ser parte de la naturaleza, esa que la ciencia "se encargó de demostrar".     
No es cuestión de el huevo o la gallina porque sea cual fuere la causalidad, la alternativa actual ofrece un fármaco que actúa en forma práctica y rápida. Sin embargo sabemos que no hay cura sin resociabilizacion, y es parte de la condición humana transformar el medio donde está.

Quedan abiertos interrogantes. ¿Por qué es más atractiva la explicación causal puramente biológica? ¿Ésta es tan indefectible como la cultural? ¿Cómo influye la condición de clase social en las patologías?
1 Department of health and social services (UK), 1981.

Medicina ¿Arte o ciencia?

Discutimos sobre el texto de Malena Lasala, Filosofia y medicina, que trata sobre la ciencia como lenguaje médico y los problemas que acarrea. Esto nos llevo a la pregunta de si la medicina es un arte o una ciencia, entendiendo a estas dos opciones como dos posibles aproximaciones en la práctica. La aproximación científica (en cualquier ciencia), como plantea el texto, lleva inmerso el necesario dominio sobre la naturaleza. Este enfoque puede dar resultados, pero constantemente choca con anomalías. La autora propone en su lugar una aproximación artística, de índole interpretativa. La apuesta es por el ejercicio de escuchar lo que el cuerpo tiene para decir, sin entender este escuchar como un lugar pasivo, contemplativo, sino como la intervención desde la particularidad de cada cuerpo. Si la ciencia plantea leyes generales y pretende que todos los casos se amolden por la fuerza a dichas leyes, el arte en la medicina buscaría entender como esas leyes universales funcionan en la particularidad de cada cuerpo, en lo específico, partiendo de la idea de que una misma patología no se desarrolla de la misma manera en dos cuerpos/ámbitos/culturas diferentes. De aquí que mientras la ciencia separa la producción de teoría en una primera instancia y su uso práctico en una segunda (ciencia aplicada), la autora rescata la idea griega de techne, que implica la fusión de teoría y práctica y la producción de conocimiento en el arte mismo de curar.
La gran pregunta que nos quedo picando es: ¿si la ciencia lleva dentro suyo la tendencia a dominar objetos, como conjugar una aproximación artística con los beneficios del progreso científico? Si nuestra crítica al lenguaje médico por la realidad que construye implica la necesariedad de un lenguaje nuevo, ¿el uso de máquinas en la consulta no implica también el uso de un tipo de lenguaje cosificante y biologicista, y por lo tanto, no necesitamos también su reemplazo? ¿Son arte y ciencia complementarios o antagónicos? Aun siendo obvios algunos de los progresos posibilitados por el progreso científico, la apuesta sería pensar desde lo que la medicina científica no puede solucionar (o directamente desde los problemas que esta medicina causa). La autora plantea que hay que combinarlos pero en una relación donde la ciencia se subordine y el arte logre vencer esa tendencia.
Continuará...